Estamos ante una de las instituciones y hermandades con más antigüedad y solera de la Semana Santa sevillana. Entre su patrimonio el que probablemente es el Cristo más antiguo de nuestra Semana Santa. Y entre sus titulares, un Lignum Crucis, una reliquia de la cruz verdadera en la que crucificaron a Jesús. De ahí el lema de la hermandad y que podemos ver en su cruz de guía: toma tu cruz y sígueme.
Para mostrar aun más visiblemente este seguimiento, los penitentes de la hermandad realizan la estación de penitencia tras la cruz de guía. En el centro de la misma, un relicario con el santo Lignum Crucis.
Otro relicario de plata lo porta un nazareno en sus manos justo antes del paso de palio. Durante la estación de penitencia muchos devotos se acercan a besarlo.
Desde sus orígenes, la manera de procesionar de la hermandad generó una gran admiración por su ejemplaridad. Esto hizo que se fundasen muchas corporaciones con las mismas reglas. De todo ello aun queda la presencia de las diferentes hermandades de la Vera-Cruz y sus representaciones en la tarde-noche del lunes santo. Un colorido y diferente tramo en el cortejo de la Vera Cruz, cuyos hermanos visten túnica de ruan negro.
Esa admiración que despierta la hermandad llega a contagiar a reyes, autoridades y la nobleza en general. Sus favores y apoyo supusieron un auge patrimonial, devocional y de acción social de muy importante calado.
Tras diferentes avatares históricos que hacen caer a esta hermandad, como muchas otras, en un periodo oculto, se reorganiza y revitaliza a mediados del siglo XX. Hoy, quizás volviendo a la esencia del Evangelio, se trata de una de las hermandades más austeras, con más recogimiento, y con más cuidado de la estación de penitencia y la oración de las que procesionan en semana santa.
Ambos pasos caminan en silencio, solo roto por la música de capilla o las voces cantoras que invitan más al recogimiento y a la oración antes de que lleguen sus titulares.
En el primero de los pasos, el Cristo de la Vera Cruz, una talla de autor anónimo de la primera mitad del siglo XVI. El Señor es de un tamaño menor al habitual en otras hermandades y cofradías. Destaca su rostro doliente tras su muerte. Sus andas son también de menor tamaño para acoger y recoger mejor a la imagen, a la que acompañan a su lado dos ángeles ceriferarios muy característicos.
El paso de palio es de los denominados de cajón. Bajo el mismo, la Virgen de las Tristezas, de Antonio Illanes. Inspirado en su propia esposa, el escultor realizó una dolorosa alejada de los cánones más “aniñados” que empezaban a ponerse de moda en la ciudad. La madurez y belleza de su rostro adquiere un mayor protagonismo con la cuidada manera de vestirla, dejando asomar en parte su cabellera tallada.
Llama la atención de su paso de palio la altura de las velas de su candelería. Una costumbre habitual en el modo de disponerla en la Semana Santa de décadas pasadas que dan un sabor aun más clásico y añejo al cortejo de la hermandad.
Disfruta ahora unos minutos de estas imágenes de la hermandad de la Vera Cruz.