Dime cómo hablas y te diré quién eres
7 palabras, como los 7 días de la creación. Y es que son las palabras las que crean la vida, la que la describen.
No describimos lo que vemos, vemos lo que describimos. Es igual que cuando decimos eso de la botella medio llena o medio vacía… ¿Qué palabras usas, cómo las usas? Son tu arma más poderosa. Cómo te diriges a las personas, qué dices de ellas, cómo describes tu día a día, cómo lo cuentas y cómo te lo cuentas a ti misma…, interiormente…
Ya lo dice también el Evangelio, de la boca sale lo que rebosa nuestro corazón.
Tus palabras, en la mayoría de las ocasiones, son interiores. Tu voz interior. Cómo la educas y la cuidas. Qué te permites decirte, qué te permites pensar sobre tu vida, sobre los demás…
Y qué palabra dejas también ahí, en tu interior, al Señor, que incluso desde su cercana muerte no quiere dejar de hablarte, de contarte lo que te ama y lo que es amar… qué merece la pena hacer, pases por lo que pases…
Todo un legado de vida y claves para vivirla desde la cruz.
Perdonar: Padre perdónalos…
Perdonar mucho: hoy estarás en el paraíso.
Saber expresar necesidad, que nos necesitamos unos a otros: tengo sed.
Aprender a ponernos en manos de los demás y cuidarnos, hacer comunidad: Mujer, ahí tienes a tu hijo, Ahí tienes a tu madre…
Buscar a Dios: Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Tratar de hacer su voluntad: todo está cumplido.
Y ponerte en sus manos: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu…
Ahí. En ese espíritu tuyo. Tu interior. Tu voz, que sea más también su voz, su espíritu que aliente tu vida y la de los demás. ¿Cómo la describes? ¿Cómo la ves al describirla con sus palabras, que son sus ojos, su mirada…?
Esa es la mirada que eleva María al pie de la Cruz para buscar el sentido. Un sentido que nos da nuestra mente, nuestra cabeza, como la advocación de María en el palio de la Hermandad. Ahí, en nuestra mente es donde sentimos y damos sentido a todo. Si sientes como Él y como ella, si tus palabras describen la vida como ellos, es porque piensas como ellos.