La suerte está echada…

Todo está hecho. Ya estoy en tus manos Padre…

Jesús de las Penas parece reproducir de nuevo la oración del huerto antes de ser crucificado. La túnica despojada y los dados de la suerte en el suelo del paso del Señor nos subrayan dos aspectos vitales del momento que vivimos y que la Hermandad de la Estrella quiere señalarnos.

Son los hechos, nuestras acciones en la vida las que nos describen, las que dicen quiénes somos y las que, en última instancia, nos desnudan ante los demás. No serán nuestras palabras, ni lo que defendemos anónimamente en redes sociales, sino lo que hacemos en nuestro día a día. Es el retrato real de nuestra escala de valores. A qué dedicas más tiempo e interés, qué antepones y das preferencia en tu vida. Eso es lo que te describe y dice quién eres.

En Jesús se da una coherencia total de palabra y acciones. Defendió a mujeres, tocó a enfermos, denunció injusticias… y todo molestó hasta el extremo. Un llamamiento al cambio de valores en una sociedad complicada en la que mujeres y niños eran los últimos o la enfermedad era reflejo de un pecado inexistente. La valentía para acabar con ello le llevó hasta este momento. Va a ser crucificado. La suerte está echada…

Así nos ocurrirá a nosotros quizás también. Al crecer e ir madurando, ¿dónde estaremos, con quiénes, de qué manera…? La juventud a veces nos hace ignorar esta mirada a largo plazo. Ya habrá tiempo de hacer otras cosas… ¿o no?

Ante la coherencia absoluta del Señor hasta la cruz, el misterio de la Estrella nos presenta 3 maneras diferentes de posible indiferencia. Piensa si quizás, sin saberlo, en algún momento te reflejas en ellos.

Uno de los sayones está afanado en preparar el lugar en el que se exaltará la cruz. Atareado, sin levantar la mirada, sin mirar, sin apreciar profundamente de qué va la vida y, por tanto, quizás incapacitado para poder observar si en algún momento, en  alguna persona o acontecimiento, Dios se hace presente. ¿Qué te entretiene y te tiene atrapada tu mirada y vida?

El romano, indiferente sin más. Cuentan los expertos que este es un recurso estilístico de Castillo Lastrucci para mostrarnos que el juicio y muerte de Jesús nada tiene que ver con ellos, con Roma. ¿Y contigo? ¿Tiene algo que ver la propuesta valiente de Jesús de amar hasta el extremo? ¿Es mejor no pensarlo? ¿Qué consecuencias tendría para ti y tu vida? ¿Cómo se movería esa escala de valores real en tu día a día?

Quizás en esas preguntas, algo ensimismado, podría estar el otro sayón en el paso de misterio. Este sí mira a Jesús orando. ¿Qué estará pensando? ¿Sorprendido ante su actitud?

De todos modos, por mucho aparente que pueda ocurrir en las figuras secundarias, es muy difícil apartar la mirada de los ojos del Señor de las Penas. Es ahí donde nos quedamos cuantos vamos a su encuentro.

La suerte está echada Padre. Aparentemente nadie ha llegado hasta aquí conmigo. ¿Será que mi vida y mensaje, que es el tuyo, podría caer en saco roto?

Quizás ese asomarse al abismo con vértigo acompañó los últimos momentos de Jesús. Seguro que la confianza plena en el Padre y su propósito alentó esos instantes.

Fíate tú también de Él para ser consecuente hasta el extremo en tu vida. No te dejes alimentar por los que quieren hacernos creer que no merece la pena. La merece, pues, efectivamente, la suerte está echada. Ya nos han amado hasta el extremo. Solo queda vivirlo y anunciarlo con cómo vivimos.

Solo así seremos esa luz radiante, de Estrella, que a millones de kilómetros de distancia, nos ilumina incluso en la noche.

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