Jesús lava los pies a sus discípulos e instituye la Eucaristía. Haced esto en memoria mía. Haced esto para recordarme. Si os amáis unos a otros, reconocerán que sois mis discípulos…
Fíjate en las caras y los diálogos entre los discípulos. Puedes identificarte con ellos. Incertidumbre en algunos, solo contemplación en otros, diálogos cruzados buscando comprender juntos lo vivido…, otros con la mirada perdida… ¿Se han llegado a enterar todos de lo que Jesús les propone?
El color de sus túnicas es también metáfora de nuestras respuestas. Hay tantos matices como personas. Esa diversidad es riqueza. Jesús los acepta diferentes. Su ejemplo lo es también de lo que podemos hacer muchos cuando lo que nos une es lo importante; aunque seamos distintos en pensamiento y obra.
Cuando veas los matices y colores en el paso, piensa… ¿Cómo te acercas al diferente? ¿Haces unión, comunidad?
Una de las expresiones más claras de la cercanía y unión con el diferente podemos apreciarla en la delantera del paso. Ahí ves la palangana y la jofaina. Justo al lado Judas… Lavar los pies al prójimo, sea cual sea su condición… A él también lavó los pies Jesús, aun sabiendo lo que iba a pasar… ¿Qué habrías hecho tú? ¿En qué medida estás dispuesto a lavar los pies a todos?
Eucaristía es también celebración. Encontrarnos en esta diversidad. Aprender de los otros, de los diferentes, y celebrar, precisamente, que aquello que nos une es mucho más que lo que nos separa.
Si vives todo esto, si al menos en algún momento de tu vida lo atisbas, quizás tu mirada también se eleva como la suya, la de Jesús, en diálogo con el Padre, para bendecir tu vida, la vida. Empezarás a descubrir parte del misterio que nos envuelve y que va más allá de lo que nuestros sentidos parecen percibir.
Ella… Discreta sencilla, humilde pero directa, solo nos recuerda: “haced lo que Él os diga…”.