Divina locura…

Mucho aúna esta hermandad de barrio humilde en su mensaje, camino y misterio de su Señor Cautivo.

Sus hermanos han dispuesto en las manos del sanedrita la túnica blanca con la que vestir a Jesús y tacharlo de loco.

Curiosamente es justo el apóstol San Pablo quien, en su carta los Corintios, señala de cuál es la verdadera locura. No la que tacha Herodes, sino la que desconcierta a poderosos. A una sociedad que se empeña en otros valores. Jesús lo pone todo del revés…

El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una locura. Como dice la Escritura:

“Destruiré la sabiduría de los sabios y rechazaré el entendimiento de los entendidos.”

Nosotros anunciamos a un Mesías crucificado. Ese Mesías es el poder y la sabiduría de Dios. Pues lo que en Dios puede parecer una locura es mucho más sabio que toda sabiduría humana; y lo que en Dios puede parecer debilidad es más fuerte que toda fuerza humana.

Puede que a muchos le pareciese también una locura que desde tan lejos un barrio se echase a la calle para hacer estación de penitencia a la Catedral. Bendita locura. Ejemplo de vecinos y hermanos. Ejemplo de vida y metáfora de lo que debemos hacer hoy, todos, para caminar con quien lo necesite hasta donde lo necesite.

Muy claro lo tuvieron los precursores de la hermandad y muy claro en ese momento también la Iglesia del mensaje necesario para barrio y para todos.

En los ojos de su Madre, verde, como el color de la Esperanza, como el color de los ojos de su hijo Cautivo, se abre el horizonte a la mayor de las corduras que pueda expresar una hermandad y un barrio. Una Madre y un Hijo que, a través de sus vecinos y hermanos, te dicen que les importas, que quieren caminar contigo todo lo que sea necesario, por mucho que les parezca a otros.

Hay más detalles en el paso de misterio que parecen subrayar que esta locura es bendecida desde lo alto. Uno es el pebetero, con incienso, que eleva en oración el sacrificio del camino para hermanos y costaleros. Que convierte en oración que la gente sencilla y humilde de barrio llene el centro y el corazón de cualquier ciudad y del templo principal de la Iglesia.

Otro detalle es el que el autor del misterio, quizás sin imaginar del todo su profundidad, dejo plasmado en la escena. Un romano posa su estandarte de poder en el trono de Caifás. Roma manda sobre Israel. Yo tengo el poder, parece decir, no lo olvides. Los hombres, la humanidad, discutiendo sobre poderes políticos. ¡Qué actual el mensaje! ¡Eso sí que es una locura que, además, nos salpica a todos! Búsqueda de poder y relevancia en la que los más débiles no son ni oídos o son engañados. No les importan, no les importamos.

¿Alcanzamos a ser conscientes de la locura que supone cómo combatió Jesús a esto?

Responder con amor y proponer amor como camino y solución. ¡Qué locura!

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