El grito

El Grito

Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró…

La belleza de nuestras imágenes y Semana Santa, que tanto nos eleva y abre puertas a la trascendencia, podría parecer ocultar la crudeza de lo sufrido por Jesús en su pasión y muerte. La excelsa obra de Marcos Cabrera pone un cierto contrapunto. Su escorzo y expresividad en el cuerpo retorcido de dolor, culmina en un rostro que solo pueden ver aquellos que disponen de una visión desde más alto. A pie de calle solo podemos intuirla. Su boca entreabierta y su mirada perdida parecen unir el grito de la expiración con el momento previo en el que Jesús, en la cruz, enuncia el salmo 22: Dios mío, por qué me has abandonado…

Puede que ahí, en ese salmo, encontremos el sentido de lo que el Señor expirante de los hermanos del Museo nos recuerdan cada Lunes Santo en las calles de nuestra ciudad. En una sociedad donde el dolor y el sufrimiento se elude, se oculta, ese grito de Cristo aun cobra más sentido. No lo apaguemos ni callemos.

En Él todos los que desean gritar y no queremos escuchar. En Él todos los que sufren dolor y no queremos ver.

Incomoda… Los historiadores subrayan que el paño de pureza que tapa parte del cuerpo desnudo del Señor, es un recurso de decoro al representarlo en pinturas o esculturas. La crucifixión se realizaba totalmente desnudos, para añadir, aun más si cabe, humillación al ajusticiado. ¿Mayor crueldad? ¿Te has parado a pensar qué sintió ahí en la cruz Jesús? ¿Añadimos nosotros mayor crueldad a los que así sufren por ignorarlos o por incapacidad aparente para hacer algo por ellos?

El salmo 22 acaba en un canto de bendición y confianza. Es la apertura siempre a la esperanza. A sabernos no abandonados. ¿Cómo podemos generarla en los que así se sienten?

Quizás un primer paso es la posibilidad de visibilizarlos. No vivir de espaldas a estas situaciones. Ser conscientes de ella y abrirnos a lo que significa amar. No hay amor sin reconocimiento. No hay mayor desamor que la indiferencia. Es junto lo contrario a amar.

Mirad al que traspasaron y murió en la cruz. No para quedarse en ella, sino para ver en ella la vida que se nos abre cuando más amamos.

Mirar para hacer visible. Tener una mirada como la de Ella, que cada lunes santo nos abre el mismo cielo a través de su palio de malla.

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