https://youtu.be/39P15BZvTbo
La burla…
Es duro ver el misterio de la Hermandad de San Esteban en la calle. La belleza de la estética de la escena, la música que dulcifica su paso o la valía artística del Señor no ocultan la crudeza del pasaje que representa. Sobre todo por esas lágrimas que Jesús no puede contener.
Son muchos los sentimientos que transmite. Mucho lo que podemos imaginar que podría sentir en su interior hasta romper en lágrimas.
Puede que seas tú, no el que llora, sino el que forma parte a veces, consciente o inconscientemente de la masa, de la muchedumbre, de la idea generalizada que margina o calla ante las vejaciones y la burla… No te dejes llevar, denuncia y ponte en contra de ese “todos”, de ese dejarse arrastrar. Ahí en esas lágrimas de Jesús vemos quizás a muchos que lo pasan mal. El misterio de San Esteban es una llamada a ponerte en la piel de los acosados, los maltratados, los que sufren bullying, los que se sienten al margen por su condición física o su manera de pensar y actuar.
Es fácil verlo en jóvenes o menores, ¿pero qué casos semejantes ves tú también cerca de ti? Párate a pensar en aquellos que, sin hacer ruido, derraman lágrimas silenciosas. A veces este “apartarlos” es también silencioso… Un no estar atentos a ellos sin más… ¿A quiénes te llevan esas lágrimas de Jesús que son las suyas?
Y para los que tenemos fe: ¿Podría ser este el misterio que muestra plásticamente el menosprecio a la fe? Ante la secularización y la acusación de anticuados o poco inteligentes, ¿cómo respondemos? No es suficiente un “que nos respeten”. El misterio de la Hermandad de San Esteban es una llamada de atención a prevenirnos sobre las consecuencias hoy de apostar por la fe y el Evangelio en una sociedad que, en parte, lo aparta o menosprecia. Si lo llevamos hasta las últimas consecuencias podemos encontrar rechazo, castigo y burla. ¿Estás dispuesto a asumirlo? ¿O es que, en cierta manera no sabes defenderlo? El Señor de la Salud y Buen Viaje, en su ventana y en su paso te invita también al cuidado de una fe inteligente, cuidada, fundada, formada… No sobre retazos de frases hechas vacías, sino desde la experiencia cuidada, orada, que a veces nos llena más de preguntas que de seguridades a los creyentes. Abordarlas con valentía es clave para crecer en la fe.
Nuestra base, en muchas ocasiones, es la religiosidad sencilla y popular, la de la viuda que desde el fondo de la sinagoga no se atreve a entrar porque se reconoce pecadora. Es terreno sagrado. Puerta para encontrarnos también con el Señor. Pero si puedes y lo tienes al alcance, hoy día, en nuestra sociedad, necesitamos asumir la necesaria formación para el diálogo profundo con los tiempos y personas actuales. Que no nos tiren por tierra con vanos y rápidos argumentos los fundamentos de nuestra fe. Que podamos sentirnos humildemente orgullosos de lo que somos y hacemos. Sin llegar a las palabras justo del fariseo que, al contrario de la viuda, estaba en los primeros puestos de la iglesia vanagloriándose de sí mismo.
Para ello nos ayudará tener la mirada siempre puesta en quiénes las lágrimas del Señor y María, en su advocación de los desamparados, nos invitan a fijarnos.