¿Puede ser buena la muerte?

¿Puede ser buena la muerte?

¿Qué es bien morir?

¿Por qué tanta belleza en la imagen del Señor de la Buena Muerte? ¿Cómo es esto posible? ¿Qué nos quieren decir estos hermanos con su cofradía en la calle?

Todo es silencio y sobriedad. Solo quieren dejar el mensaje directamente en Él. Que te hable. Que te interpele, que te llegue como Él quiera a ti…

Y piensas… Buena Muerte… ¿Qué puede ser una buena muerte? ¿Qué es bien morir? Quizás para ello necesitamos unir aquello que no podemos separar: La muerte está indisolublemente unidad a la vida. ¿Por qué ha merecido la pena vivir, por qué merece la pena morir?

Sin duda vida y muerte de Jesús son una misma realidad. Una lección que la talla del Señor de la Buena Muerte muestra en la belleza y la serenidad. Una rotundidad que es fruto de la firmeza en su tarea, su mensaje, y la conexión directa con el cielo y el Reino. ¿Puede ser bello morir así y por ese motivo?

La crudeza de su pasión y muerte queda en segundo plano. Puede pasar lo mismo con algunas personas que perdemos. Siempre es motivo de pena y dolor, pero lo que perdura es su vida, una vida con mayúsculas, digna de recordar, y que se convierte en luz para los demás.

¿Por quién morirías? Es expresión popular. Un condicional que en caso de hacerse realidad, ¿hasta que punto estaríamos dispuesto a hacerlo?

Hay personas que así lo han concebido en sus vidas. Entregarse hasta el límite por quienes lo pueden necesitar, por valores universales de la vida, la niñez, la dignidad… En muchas ocasiones con gran valentía por las consecuencias de acoger a quienes otros no quieren, por enfermedades que se contagian, por defender de agresiones que acaban en sus cuerpos… Hay que ser muy valientes para bien morir… bien vivir…

Jesús así lo hizo, por todos, por quienes ni llegó a conocer, por la necesaria consecuencia de su mensaje y vida. Una vida que nos marcó un camino, una vida que merece la pena vivir plenamente. Esa plenitud culmina en su última fase, como parte de ella: Ineludible.

A pesar de estos aprendizajes tan hondos y necesarios que nos recuerda la Hermandad de Los Estudiantes, el dolor de la muerte es inmenso para quienes aquí quedamos. Es la Angustia con mayúscula. Ese es su nombre. Esa es la lección suprema de su palio, de su sabiduría de Madre, que cada pequeño detalle del paso nos recuerda. No hay dolor más grande. Y tampoco hay actitud más digna de ser aprendida. Sobreponerse y caminar desde, justo, la vida que se nos enseñó muriendo.

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