¿Amar al enemigo?

Tender puentes…

Yo soy sobre el abismo

El puente que atraviesa;

Yo soy la ignota escala

Que el cielo une a la tierra

(G A Becker)

La Hermandad de la Milagrosa nos evoca precisamente esta metáfora que escribió Gustavo Adolfo Bécker. Jesús mismo, pasando sobre el puente, se nos presenta como el propio puente que nos une, que une realidades aparentemente distantes, en dos orillas opuestas.

¿Qué es tender puentes? ¿A qué nos invita esta propuesta plástica del misterio del puente del cedrón? ¿Qué es amar al enemigo?

No es fácil vivir esta propuesta de Jesús que recogen los Evangelios. Si amáis solo a los que os aman, qué mérito tenéis… Amad a vuestros enemigos… ¿Qué nos pide? ¿Cómo es esto posible si lo natural en mí es alejarme?

Es lo que experimenta Jonás cuando Dios le pide ir a Nínive. No lo comprende. ¿Cómo es posible que le pida ir con gene de tierra extraña y diferente? Así también se sienten los discípulos, desconcertados, cuando quieren que Jesús despida a la mujer cananea. Jesús viene a derribar los muros de la separación, los prejuicios y separaciones, sean los que sean… A tender puentes y a hacer de la parábola del Samaritano la ley de vida. No es solo ayudar al que lo necesita o “ser bueno” en la acepción más superficial de la expresión. Es saber encontrar los puentes que nos unen incluso con los diferentes.

Solo quien se siente totalmente unido a Dios y su palabra puede llegar a expresar lo que Chirstian de Chergé deja en su testamento espiritual. El abad del Monasterio de Nuestra Señora del Atlas en Tibhirine en Argelia, donde siete monjes trapenses fueron martirizados, dejó escrito:

Al llegar el momento, querría poder tener ese instante de lucidez que me permita pedir perdón a Dios y a mis hermanos en la humanidad, perdonando al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiere golpeado. No podría desear una muerte semejante. Me parece importante declararlo. En efecto, no veo cómo podría alegrarme del hecho de que este pueblo que amo fuera acusado indiscriminadamente de mi asesinato.

El amor a los enemigos es quizás una utopía para muchos. Nos emplaza a una experiencia totalmente nueva de Dios, que solo viven los que la practican y que acerca a la plenitud del Padre. El Señor de la Esperanza cruza el puente y esa lágrima refleja el dolor de la dificultad, del abandono, de no saber si los que le siguen serán capaces de llenarse de valentía y hacer realidad su palabra y su deseo del Reino. Construir el Reino de Dios, en el que estamos y están todos, no puede hacerse de otra manera.

Esta es, probablemente, la batalla entre las batallas que la Virgen de Rosario puede iluminar. Es la batalla interior, con uno mismo, para superar los prejuicios y diferencias con los demás para construir puentes allá donde ni parece ser posible.

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