En el día de la muerte del Señor, San Isidoro pone el luto riguroso en las calles. Sus nazarenos de altos capirotes y túnica negra de ruan, siguen a la austera y elegante cruz, de caoba y taraceada en marfil, que la hermandad posee como guía y ejemplo a seguir.
Con más de 400 años de antigüedad, la cofradía recoge fielmente este clasicismo en sus pasos y enseres.
En el primero de ellos procesiona el Cristo de las Tres Caídas. Se trata del tercer Cristo Caído que procesiona en Sevilla: Las penas de San Vicente, la Esperanza de Triana y este, en San Isidoro.
El Señor es una obra de Alonso Martínez, del siglo XVII. Le ayuda con el peso de la cruz, simón de Cirene.
Al salir de allí encontraron a un hombre llamado Simón, natural de Cirene, a quien obligaron a cargar con la cruz de Jesús.
El cirineo de San Isidoro es una de las imágenes secundarias de mayor valor artístico de la Semana Santa sevillana. Para algunos expertos, la más valiosa. Es de Antonio Ruiz Gijón, mismo autor que el Cristo del Cachorro. Sus manos crean también unos ángeles pasionarios que van en el paso. Todo el paso salió de sus manos, si bien este se perdió y el actual, que sigue el modelo clásico, es de Francisco Ruiz Rodriguez, conocido como Curro el dorador.
Si quieres apreciar bien la mirada y hechura del cirineo debes colocarte a la izquierda del paso del Señor según avanza hacia ti. Podrás sentirte quizás cuestionado. ¿Y tú, ayudas a cargar con su cruz, con la de tantos que lo necesitan?
Fíjate en el rostro del Señor, doliente, reflejo de quienes lleva consigo.
El Señor procesiona siempre llevando alguna de sus valiosas túnicas bordadas. Una de ellas, la granate con bordados en cuello, bocamangas y parte inferior, es de 1718, la más antigua de la Semana Santa Sevillana.
Nuestra Señora de Loreto es también talla antigua, de principios del siglo XVIII, de autor anónimo. Procesiona en uno de los palios más característicos de la Semana Santa sevillana. Un palio de cajón, de terciopelo grisáceo, con bordados en oro. Y dorada es toda su orfebrería: Candelería, varales, candelabros, respiraderos…
Domus áurea, casa de oro, para la patrona de la aviación. Una representación del ejército del aire acompaña cada año a la hermandad.
Puedes ver colgando de una de las manos de la dolorosa un avión dorado que recuerda este patronazgo.
Ambos pasos procesionan sin música, en silencio.
Uno de los momentos más buscados por los cofrades y fotógrafos es el paso de la hermandad por la estrechez de Placentines. Casi rozando en las paredes, enmarcados por la Giralda de fondo…
También puedes disfrutar de su salida o entrada en su agosta calle. Nunca falta una buena saeta para acompañarlos.
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