¿Una nueva «pandemia»?

¿Cómo puede ser bella?

Soledad. Repítelo ahora en tu interior tratando de no pensar en Ella, quédate solo en la palabra a la que nos remite… Soledad…

Somos seres sociales. Nos buscamos, nos reconocemos en otros. Nos hemos necesitado para crecer, para aprender una lengua, comunicarnos, movernos en el mundo… Aunque pasamos de la total dependencia recién nacidos a la autonomía personal en la madurez, somos seres que crecemos y nos desarrollamos con otros.

¿Qué puede suponer que las circunstancias de la vida nos lleven a esa falta de interacción, de encuentro con el otro? ¿En qué sustento y pilar fundamental como persona nos toca la experiencia de soledad? ¿Cómo nos deja interiormente? ¿Cómo la vivirán los que así se sienten?

La soledad no elegida es señalada hoy día como una especie de pandemia en el siglo XXI. La palabra pandemia toma muy diferentes matices tras haberla padecido todos, todo el mundo, en nuestras carnes. ¿Será semejante lo que viven estas personas? ¿Tan extendido está?

Cuando Ella pase, no dejes de pararte por un momento y pensar si Ella quiere llevarte a alguien, que veas en su sereno y doliente rostro el de alguna persona cerca de ti que, quizás, no fuiste consciente de su soledad. ¿En el mismo edificio donde vives? ¿En tu barrio? ¿En tu entorno laboral? ¿En tu familia?… ¿Qué puedes hacer para aliviarla?

Pero hay soledades que no son físicas, son internas, de corazón, de sentimiento, de huecos imposibles de completar, de ausencias dolorosas… Puede que en esos casos la persona necesite ese espacio interior para buscar y buscarse.

María en su Soledad parece encontrarse ahí. Juan Sierra lo expresaba con estas palabras: 

De mármol blanco y espeso

es la vida, cuando dura,

luego que una sepultura

cayó con todo su peso.

Pero existe aún más que eso:

tu soledad rasa, fiera,

en el mundo, que no altera

su pálida algarabía.

¡Qué soledad de María,

tan sola en la tierra entera!

Y así la vemos cada Sábado Santo. Rodeada, acompañada, cantada, pero sola… Sublime y sobrecogedoramente sola…

Su mirada perdida, delicadamente baja, es un rotundo mensaje de esa necesidad de la propia Soledad.

Puede que solo pasar por ella, por la propia soledad, con entereza, afrontando lo que la produce y sobreponiéndose a ella, sea lo que permita salir adelante. Seguramente apoyada por sus hijos, los propios amigos de su hijo. Pero también fruto de su trabajo interior.

Su ausencia nunca será renovada, pero sí reubicada en su corazón. Así, su soledad no será paralizante, sino transformada en camino decidido adelante. Siempre de frente…

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