El mundo se para…
Hay un gran revuelo en el misterio del Señor de la Sentencia de la hermandad de la Macarena. Muchos personajes, mucho que observar… Metáfora probablemente del ruido y exceso de movimiento que hoy también tenemos en nuestra sociedad y día a día.
Por eso está ahí el Señor, delante, quieto, aparentemente sereno, mirándote a ti, como tratando de parar el mundo y llevarte a Él. Míralo, mírame solo a mí… Observa lo que aquí ocurre…
El poder está por todas partes. Un poder que quiere imponerse a otros poderes. Roma se impone con su presencia entre plumas y romanos. Todo lo envuelve con aparente belleza, pero manda sobre ti, sobre nosotros. Incluso sobre tus creencias y religión. ¿Qué será eso que te atrapa y te lleva donde quiere? ¿Hoy las redes? ¿Hoy el consumismo que te obliga a tener y caer en la trama que urden los que desean más riqueza? ¿Hoy la distracción externa y espectáculo continuo que no te deja aprender a parar?
Quienes van contracorriente están sentenciados. Quienes no pueden porque no tienen, también… ¿No le ves? ¿No me ves? Para… observa, reflexiona…
La vida de Jesús, su figura ahí sencilla y humilde que te interroga… ¿Por qué lo desprecian y lo sentencian? Es su ser consecuente, su querer que seas libre de verdad lo que le lleva ahí. Atado y cautivo para recordarte que puedes ser libre… si quieres…
El Misterio de la Macarena es mucho más significativo de lo que podrías imaginar. No valen las buenas intenciones ni los buenos sentimientos. Son las decisiones y las acciones las que muestran de qué parte estás. Si eres libre de esos poderes opresores o no. Si eres valiente para ser consecuente en tu vida, para mostrar y luchar por caminos que salven a todos de las ataduras.
Claudia Prócula tenía buenos sentimientos, pero no el poder para cambiar hechos. Necesitamos personas que puedan ejercer ese poder con autoridad y sentido ético. Pilatos tenía poder, y aparentemente buenas intenciones. Pero no quiere enfrentarse a perder todo lo que tiene. Sucumbe al miedo a las consecuencias… No es ni valiente ni consecuente con lo que, quizás, internamente siente y piensa.
¿Y tú? Jesús se olvida de todo lo que ocurre detrás suya en el paso y te cuestiona. Lo hace porque sabes de su vida, de lo que hizo. Lo que nos cuestiona es su forma de actuar, consecuente hasta el final.
Pero fíjate en su mirada, es una pregunta de amor. Como dijo a Pedro hasta tres veces cuando resucitó… ¿Me amas? Una mirada que nos recuerda a la que hizo al mismo Pedro la noche que cantó el gallo. Una mirada que nos hace llorar…
Esa mirada que te cuestiona está abierta a la Esperanza. A saber que puedo esperar de ti todo. Que tú puedes todo. Solo tienes que sentirte reflejado en su mirada, en su gracia, para, lleno de ella, caminar con el corazón ya repleto de amor y confianza en ti.