¿A qué morir?

El Santo Entierro es la cofradía del Sábado Santo por excelencia, por liturgia, por la muestra plástica y realista de la muerte del Señor, que, como dicen las Escrituras, fue sepultado.

Cuando anochecía el día de la preparación, es decir, la víspera del sábado José, natural de Arimatea y miembro importante de la Junta Suprema, se dirigió con decisión a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato entregó el cuerpo a José. Entonces José bajó el cuerpo y lo envolvió en una sábana de lino que había comprado. Luego lo puso en un sepulcro excavado en la roca, y tapó con una piedra la entrada del sepulcro.

El cada vez más sublime y cuidado cortejo pone nota fúnebre, y de gala a la vez, al entierro del Hijo de Dios. Si nos permitiesen ir o celebrar realmente su funeral hoy día, ¿no sería como un funeral de estado de esos que a veces contemplamos en televisión? ¿Cómo sería ese reguero de gente que iría a acompañarlo? Así lo traduce Sevilla, a pesar de que, en la dura realidad en su tiempo, fue la de soledad y el miedo lo que realmente le acompañó. Sus discípulos salieron huyendo y se escondieron… El Duelo a María fue, quizás, así de poco concurrido…

Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo.

Más si la muerte en cruz de Jesús no quedó ahí, si como enuncia el primer paso de la Hermandad, la cruz, símbolo de muerte, ha superado a la propia muerte… ¿Qué más nos enseña ese morir de Cristo? ¿Puede que haya cosas a las que merece la pena morir?

Sí, “a qué morir”, no por qué o por quién. No por causas o personas por las que daríamos la vida, sino realidades propias, personales, a las que quizás, debamos morir para vivir más plenamente esta vida. Porque su Reino no es solo para más allá, es para aquí y ahora… ¿Cómo es ese vivir en clave de Reino? ¿A qué morir para vivirlo ya aquí?

Puede que esto no sea lo mismo para cada persona. A todos nos ata, de una u otra manera, alguna cosa que nos impide, a veces, crecer, ser más auténticos, vivir más plenamente… Unos vivir la vida en redes sociales, atrapados por un ser que no es; otros atados a adiciones que anulan la personalidad y la capacidad de decidir; otros, quizás a su propio ego, que les impide ver de verdad a los demás…

¿En ti? ¿Cuáles son esas realidades que a veces no te dejan vivir la plenitud de la vida? ¿Estás dispuesto a morir a ellas?

Así lo expresó Jesús a Nicodemo, quien, también, en el final de su vida, participó en su entierro:

No te extrañes si te digo: ‘Tenéis que nacer de nuevo.’ El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son todos los que nacen del Espíritu.

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