Breve historia de la Hermandad de la Trinidad
La hermandad de las Cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, nació en la Iglesia del Convento de la Trinidad, extramuros de Sevilla. En 1507 ya se tienen documentos de la Orden Trinitaria que atestiguan su existencia.
En los siglos XIV y XV la cofradía ya atendía también el Hospital de la Trinidad. La Orden Trinitaria acoge a la hermandad y le permite usar el escapulario que la identifica. Con ello, mostrar públicamente que sus cofrades eran trinitarios.
El paso alegórico del Sagrado Decreto procesionó desde el siglo XVIII hasta 1951. En 1994 se recuperó para la Semana Santa. El diseño y mayoría de sus imágenes son de Dubé de Luque. Representa el momento en el que Dios Padre decide enviar a su Hijo a la Tierra para que, por su Pasión, Muerte y Resurrección, redima al mundo. Junto a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, los padres de la Iglesia Latina (San Ambrosio, San Gregorio, San Agustín y San Jerónimo). También imágenes alegóricas: La Fe, el Amor Divino, el pecado, la Iglesia dormida y el Arcángel San Miguel.
La Esperanza es de Juan de Astorga, 1820. Es patrona de la Policía Local. Fue coronada canónicamente en 2006.
El actual Señor de las Cinco Llagas es de Luis Álvarez Duarte, 2002.
La hermandad tiene capilla propia en la Basílica de María Auxiliadora, de los Salesianos. La vinculación a esta orden toma forma en 1986, cuando incorpora como titular a San Juan Bosco.
(fuente textos: web hermandad)
Por un sendero de acacias
ya se acercan los ciriales,
y entre e blancor de su aroma
se recortan los varales,
todo el paso se hace altar,
la flor reseca se abre,
la cera destila miel,
y en su rostro fulgurante
una sonrisa se mece
entre lágrimas que arden,
porque ya en ese momento
que no puede explicar nadie,
no se sabe si bajó
el cielo por recrearse
o es que Sevilla subió
al cielo por un instante,
y se trajo esta Esperanza
tan divina y tan radiante,
que de gritarle ¡bonita!,
no hay quien se canse.
Viene por la calle Sol
y por la calle Sol no cabe,
los balcones se recortan
y se reducen las calles,
parece viene mecida
por el suspiro del aire,
le van sembrando de besos
los cordones rutilantes,
luego sigue caminando
con júbilo delirante
y la noche es clavel
de perfume suspirante,
y se desborda el fervor,
y se desborda la sangre,
y se desborda la luz
y la pura voz del cante,
y el piropo hecho alabanza,
y la saeta hecha Salve,
y el ¡ole!, hecho requiebro,
y la lágrima que sale
del fondo del corazón
para pedir a la Madre,
mientras todo San Román
fragua de clamor se hace
para esa Reina hecha rosa
en sus gitanos rosales.
Cuando entra la Esperanza
la noche pena se hace
y en una cruz de suspiro
prende su sudario el aire.
(Antonio Rodríguez Buzón)